Acabo
de intentarlo. Fui a mi pradera para preparar el espacio de una nueva pila de
leña a secar con vistas al próximo invierno. No duré mucho: nieve y hielo me
devolvieron adentro. ¡Sí, nieve y hielo a fines de mayo! Algo pocas veces
visto. O nunca según Jean-Claude, mi vecino artesano quien está ahora
arreglando mis paredes (arreglando es poco decir: en el lenguaje profesional se
usan términos del tejido de punto ya que se trata de rehacer el maltrecho tejido
de piedras).
Así
es. Pasó mes y medio desde mi última nota pero seguimos en las mismas. Este
invierno ha durado dos veces más que el del año pasado. Evidentemente no quedan
esperanzas de cosechar arándanos, frambuesas ni otras frutas locales. Tampoco
pude hacer adecuadamente la limpieza de primavera a base de diente de león, hojas de ajo
silvestre, savia de abedules y demás maravillas.
Habré
comprobado que la luna no lo puede todo, que el voluntarismo no es suficiente
(hace quince días guardé en su baúl los equipos de invierno como guantes,
calzados forrados, bolsas de agua caliente, raquetas para caminar nieve…), que las reservas de leña
deben prever ciertos extremos (desde ayer estoy quemando leña del siguiente
invierno), que no sería mala idea planear, para otros años, algún viaje hacia
el sol mientras hiela aquí.
¿Por
qué negarlo? Estoy, todos estamos, hartos de esta temporada que no termina. Bueno,
para mí ésta se va a acabar muy pronto: me voy.
No,
no abandono mi cerro. Sólo me doy una escapada en busca de vida. El sol de la
Amazonía peruana. El calor de familias y amigos que dejé en América Latina. Me
embarco el 3 de junio y, luego de unos días en Lima, sigo hacia Pucallpa,
Puerto Bermúdez y otros.
Este
viaje lo veía como la fiesta en que uno recoge sus pasos, celebra los
reencuentros, renueva sus viejas artes. Hoy lo siento sobre todo como una
terapia indispensable para levantar la moral, el cuerpo y el espíritu. Tan bajo
estoy que ni ganas tengo de ponerles alguna fotito de mis paisajes, de las
nuevas paredes que la casita se merecía, de los avances en lucir el segundo
piso, el de madera, de las limpiezas del campo de arándanos que por fin he
terminado ayer.
Sólo
es hoy. Sé que este lunes, pasada la nevada, estaré nuevamente embriagado de
pena al dejar tantas tareas pendientes y al mismo tiempo de entusiasmo ante las
cercanas aventuras en el Perú y en Marruecos. Sí, en Marruecos. Finalmente me
decidí y a partir de agosto voy a colaborar con migrantes que ayudan allí a su
zona de origen. Oportunidad para profundizar el tema de la migración que desde
hace treinta años intento, casi vanamente, promover en nuestros proyectos como
un potencial a optimizar y no como un problema a resolver.
Sólo
es hoy. Sé que el siguiente lunes aterrizaré en Lima y extrañaré mi casita del
cerro como hoy extraño América Latina. Sé que me costará hallarme nuevamente en
medio de mucha gente y que me gozaré del hecho que sea precisamente esa gente.
Sé que no haré dieta y que los manjares peruanos reemplazarán muy bien los
quesos franceses. Sé que todo será nuevo y sin embargo tan antiguamente impreso
en los poros de mi piel.
Sólo
es hoy. Sólo es esta hora. Bastaría que el rayo de sol que intenta llegar en
este instante logre permanecer para que hoy sea lunes, éste o el siguiente.
Las Fayas,
viernes 24 de mayo del 2013
el sábado 25 habían 20 cm de nieve, ¡qué lindo!