martes, 6 de noviembre de 2012

Formar parte del paisaje



Muy dulce emoción la que me impregna en este mediodía. La de estar naciendo a otros tiempos, a nuevos devenires.
Sensación del plazo corto. Acabo de redistribuir los restos de la enorme sopa de coles (y tantas otras cosas) que me acompañó en estas dos semanas, cocinándose a fuego lento en la esquina de mi estufa, el Thierry, renovándose al ritmo del consumo: podré comenzar otra. Dos minicontenedores de vino (tinto y rosado) se agotaron: dejan su lugar para otros dos (tinto y gris). Mi olla de lentejas desapareció en la cena de anoche: voy a soñar emprendimientos renovados. Estoy ingresando y quemando los últimos saldos de leña mala: pronto ensayaré los frutos de mis obras anteriores. El invierno, luego de una escaramuza sorpresiva (diez grados bajo cero), anuncia su pronta instalación: podré reencontrarme con ritmos de soledad fructífera.
Sensación del plazo largo. Algo fundamental sucedió en los últimos meses. Mi presencia en el paisaje cambió, se enriqueció. Había sido uno de mis grandes aprendizajes de estos dos años en la casita del cerro: no es lo mismo disfrutar de un paisaje que formar parte del paisaje. Con paciencia y entrega, había sentido que a pasos lentos iba incorporándome al paisaje natural de este cerro, que éste me acogía y me aceptaba como miembro y no como simple visitante. Pero eso no valía más que en soledad. Apenas surgían otras personas me devolvían a mi estatus de intruso y aprendiz.
Anoche vinieron a cenar mis vecinos más próximos, con quienes había tenido relaciones distantes, equívocas. Ya conozco a todo el vecindario de Las Fayas y Las Chaumettes y los tratos son cuando menos cordiales. Mis contactos con pobladores de cerros y valles cercanos se multiplicaron. Estoy por fin aprendiendo a hacer mis compras en el mercado de productores locales (no había querido “jugar al buen vecino” sino que esperé a estar preparado, abierto). Las tropelías de una familia de nuevos llegados con afanes de hacendados medievales ayudaron a reunirnos para preservar cierta calidad de vida.
Es decir que también empiezo a formar parte del paisaje social.
Las tres últimas semanas fueron también marcadas por una serie de mensajes de amigos de América Latina preocupados por mi largo silencio. No es que me hayan recordado que también formo parte de otros paisajes, allá, pues lo sé, pero llamaron mi atención sobre mis descuidos, mi paulatino alejamiento.
Me ayudaron a tomar una decisión y superar un bloqueo reciente: me había impuesto la obligación de escribir este blog en ambos idiomas pero la carga de traducir me estaba volviendo mudo. Acabo por tanto de asumir que no ya no tengo capacidad para semejante carga y que es preferible recobrar la libertad y por tanto el gozo de compartir con cada quien en su idioma, en su cultura, en su… paisaje. Así es, de hoy en adelante desaparece la numeración que pretendía garantizar equivalencias, se diferencian ambos blogs para respetar las ganas, los sentires, las complicidades con cada uno de mis mundos.
Buscaba un regalo para ofrecernos en oportunidad de esta nueva fase. No encontré nada mejor que una foto que ilustra mi vida actual. Aparezco sumergido por la leña pero no estoy sumergido, estoy emergiendo, feliz. Radiante por tantas horas dedicadas a algo esencial para la vida aquí, orgulloso de mis nuevas artes, gozoso porque me espera un invierno menos aventurado que los anteriores. ¡Que disfruten!
Las Fayas, viernes 2 de noviembre del 2012