miércoles, 10 de abril de 2013

Carcajadas de luna desnevada


Grandes carcajadas en mi casita esta mañana. Carcajadas a solas, no tenía con quien compartirlas. ¡Pero qué regocijo! No suelo hablar solo en voz alta. De ahí que a menudo me cueste encontrarla, mi voz, cuando llega alguien o suena el teléfono. Pero esta mañana las carcajadas me sorprendieron y salieron a raudales.
Fue cuando comprobé que ya eran cinco los centímetros de nieve que habían caído. ¡Otra vez me había sucedido! Van largas semanas en que periódicamente me ilusiono con el desnieve y la posibilidad de volver a emprender actividades afuera. Y van varias veces que, al tener caminos y pradera más menos despejados, me lanzo entusiasta a tumbar, trozar y quemar para comprobar, al día siguiente, que un nuevo ciclo nevoso había llegado para cortarme las alas.
A la hora de iniciar...
Así fue ayer, domingo. La mañana era bien fría, cinco grados bajo cero cuando me levanté, pero estaba motivado. ¿Cielo cubierto y neblina? De las doce hasta las ocho de la noche estuve acarreando ramas para quemarlas y limpiar así el camino de la parte baja de mi pradera, allí donde estoy abriendo paso al paisaje. Me acosté feliz con mi obra.
Hoy, apenas comenzó algo de luminosidad, salté de la cama y casi enseguida salí afuera para fumar en terraza con un vaso de naranja. La temperatura apenas había bajado a dos bajo cero, no había viento, saboreé el momento y entré a hacer café y a prepararme para seguir mis trabajos. Cuando empujé nuevamente mi puerta… estaba nevando. Así es. Hasta ahora no he podido jamás tener dos jornadas seguidas de buena labor física.
En oportunidades anteriores me había agarrado algo de depre. Sobre todo hace un mes: no había sido nieve sino lluvia y barro lo que me impedía obrar. El ánimo recién me retornó al cuerpo después de dos días: nevó y la belleza de mi entorno compensó la frustración.
En tiempos de hibernación...
Sí. Este invierno se me hizo largo. Ya no soporto tener los pies aprisionados en calzados cerrados. Me cuesta seguir tanto tiempo adentro. Los placeres de la hibernación están volviéndose más insípidos. Empecé a dudar de poder hacer todo lo que he soñado.
Entonces, ¿por qué carcajadas hoy día? Un poco por lo repetitivo de mis desventuras. Mejor reír, ¿no? Un mucho porque se acaba de confirmar la postergación de mi viaje al Perú y podré cumplir con algunas tareas de primavera.
También porque esta vez le gané la carrera a la nieve en algo que se estaba volviendo preocupante: aprovisionarme de líquidos vitales… pero pesados para cargar a lomo. El miércoles, por más que el día fuera lindo, fui a comprar gasolina para los motores, vino y aperitivos para el alma, así como algunas conservas y algunos kilos de papas para el cuerpo, y logré subir todo con la carretilla mágica.
Es que ya había fallado en tres ocasiones, postergando esta molestia y lamentando luego (en marzo estuve tres semanas sin siquiera bajar del cerro para nada). Esta semana, la razón le había ganado por fin a la poesía.
¿Otro motivo para las carcajadas? ¡La luna! Por más que sé su influencia sobre el clima, hasta ahora no la había incluido en mis cavilaciones. Este invierno lo hice. Lo comprobé. Bien, dentro de dos noches tendremos luna nueva, ha de arrancar un  nuevo ciclo. Y, dicen, parece, la primavera va a llegar. Soy optimista. He decidido creerlo.
Las Fayas, lunes 8 de abril del 2013