viernes, 29 de noviembre de 2013

Sabores latino-solidarios en el cerro

Antes de hablar de frío, gozos del otoño desde la hamaca nica
Diez grados bajo cero esta mañana. El poco menos de un metro de nieve que cayó permanece y se endurece. Con vientos fuertes que rafagaron sobre ramas cargadas de hielo y sobre troncos que se iban doblando bajo el peso, ya tenemos casi los daños de un invierno entero pero en apenas diez días. Mis sesiones en exteriores han disminuido pero son regocijantes por la alternancia con el crecido calor de mi interior. La hibernación empezó con todo… y con mucho agrado.
Esta dulce emoción proviene evidentemente de la tranquilidad y aislamiento que trae el clima. Pero mucho tiene que ver con los afectos que están calentando mi corazón en este final del 2013.
Al despertarme hoy quise quedarme rato en la cama para saborear la nueva sensación: vientos como los de la noche se infiltraban aún en la planta alta el año pasado y me obligaban a buscar refugio en un cuarto de la planta baja. Se acabó. Ni un soplo de aire ahora. Puedo quedarme arriba. Ya tengo dormitorio al año. Y eso gracias a los vecinos y amigos que se turnan para realizar las pequeñas mejoras necesarias. ¿Qué más pedir para calentar el corazón cuando cada objeto es algo más que material, es un cariño?
La dulce emoción se viste además, este año, con una renovada manta de solidaridad latinoamericana. ¿El nuevo surmenaje había llegado esta vez con algo de depre? La multiplicación de mensajes desde diversos países y familias volteó mi ánimo.
Más aún: esta vez había solicitado ayuda para mi sitio web bloqueado a fin de encontrar solución o alternativa y poder seguir brindando acceso al fondo de documentación que acumulé en mis recorridos; recibí varias propuestas y, finalmente, en poco más de una semana, por intermedio de Guillermo en Cusco, todo se resolvió, el sitio web recobró su vigencia, su utilidad.
Mi alegría va más allá de esa simple utilidad. Ahora que me cuesta cada vez más escribir, hasta simples mensajes personales, el sitio web y este blog son para mí una forma de mantener el contacto, una presencia, una relación. Los prefiero mil veces a las supuestas “redes sociales” tipo facebook (donde me dejé entrampar por ignorancia y al que huyo como la peste) o linkeld (al cual sigo resistiendo a pesar de las múltiples solicitudes): van con mi actual ritmo y estilo de vida. Un poco de disponibilidad y servicio (documentación). Un poco de noticias, con sus largos silencios para no atropellar ni saturar (ni a los amigos ni a mí), con la sazón de las palabras o imágenes que uno va acogiendo pausadamente, paladeando y, a ratos, enviando.
Claro, eso no reemplaza el sabor tan rico de los encuentros directos y personales, tal como lo pude vivir nuevamente en el Perú este año, en Bolivia el año pasado. Pero son limitados. Y unilaterales. Voy pero es más difícil que vengan aquí.
Aunque… El pionero ha sido, a fines de agosto, Gregorio, el de Sucre. Por cierto tiene facilidades: es originario de Francia y periódicamente visita a su familia. Pero tiene mérito; se tomó tiempo para pasar unos días en la casita del cerro. Tiempo para saborear las horas tranquilas y mis rudimentos de gastronomía.
¡Y no se aburrió! Aprovechó la oportunidad para reaprender ciertas artes de la vida rural de antes aquí. Miren con qué concentración levanta el hacha para partir leños con los que me caliento ahora. Me quedé admirado. Y me quedé feliz de recibir así un primer embajador. Así que… bienvenidos. No se preocupen: el hacha no es obligación; hay otras opciones…

Las Fayas, miércoles 27 de noviembre del 2013