miércoles, 29 de febrero de 2012

14. Desaprendizajes cotidianos

Febrero va terminando y estoy feliz de haber podido entrenarme aquí al frío grande, a la nieve abundante, a este regreso de un invierno más verdadero que aquel del año pasado. ¡Es posible vivir así! Hasta es sabroso.

Mi calefacción mejoró, aún cuando tenga que controlar al Thierry porque va perdiendo la trenza de su ventana y podría desbocarse; pronto experimentaré su reemplazo. Pero mi leña fue suficiente; percibí mejor las diferencias entre las esencias, su calidad, la manera cómo fueron tronzadas, partidas, secadas, guardadas. Mis calafateos progresaron, a pesar de que aún no sean más que torpes remiendos.

Las reservas subidas en otoño alcanzaron más o menos, gracias también a mis ausencias. Empero tendré que calcular mejor los jugos de naranja, los aperitivos, el vino. ¡Lo esencial, pues! Sin embargo, qué alivio no tener que temer el fin de las garrafas de gas, ni el reventar de las cañerías, ni la escasez de electricidad solar. Oh, tuve que estar dos semanas con velas (y comprobé que me había olvidado de aprovisionarme bien) cuando se instalaron brumas y neblinas y quise priorizar la energía para la compu… Pero es sobre todo porque había descuidado el mantenimiento del grupo electrógeno y me falló.

¡También me descubrí un poco más a mí mismo! Ahora más lleno de este lugar, dejé de levantarme tan a menudo antes del alba en busca de imágenes y vientos nocturnos. Y comprobé cuál es la mayor ausencia del invierno, su mayor vacío: los trabajos exteriores para cuidar y acondicionar el espacio. Entre el suelo congelado y la capa de nieve, no podía dedicarme a las actividades que más me regocijan; las extrañé. Sin la obsesión por aprender la sobrevivencia que tanto me ocupaba el año pasado, noté la carencia. Otra ausencia: no tuve más que concluir que esa vida del cerro puede difícilmente ser compartida y hay que asumirse como viejo solterón.

Hace cinco días había preparado una nota para ambos blogs que se llamaba “aprendizajes de frío y nieve”. Bastó que no pueda cargarla enseguida en internet para que… pierda su sentido. ¿Cómo proteger el calefón? Estaba totalmente equivocado y tendré que lanzarme a (tratar de) desarmar el quemador para limpiarlo. ¿Cómo realizar en la nieve un buen rastro que garantice un tránsito más fácil? El que hice no evolucionó cómo pensaba. ¿Cómo enfrentar la escorrentía cuando la nieve se derrite? La de este mes es puro polvo con poco agua y ésta se filtra lentamente sin provocar corrientes grandes. ¿Cómo evitar que el viento acumule grandes montones de nieve en mis caminos? Parece que no se puede, al menos con medios reducidos. Y así sucesivamente…
Rastro lindo, rastro feo : ¿cuál es el más útil cuando la nieve se derrite?
Sí pues, mi principal aprendizaje de este invierno quizás sea que hay que… relativizar los aprendizajes y comenzar cada día por ¡desaprender lo del día anterior!

No es más que la segunda vez que intento esa permanencia invernal, ya encontraré lecciones que duren… Al menos así espero. Pero, sí, puedo retomar la última frase de la nota que no envié y que yace ahora en el archivo de los “descartados”:

“¿Lo más bello de todo? Aquí no hay rutinas. Al menos no las que se preveía…”

Las Fayas, martes 28 de febrero del 2012

1 comentario:

cenizadeseo dijo...
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