martes, 21 de junio de 2011

2. Bienvenidos a La Zutterie

¡No hay más remedio! Desde que la compré en el 2004, estaba buscándole un nombre a esta casita que me acoge ahora. Además del afán de escapar a las confusiones de los vocablos franceses y regionales (buron, jas, jasserie, etc.), así como a las fórmulas complicadas para ubicar en el espacio, de la infancia me quedó el regocijo de las expresiones con que se conocían las fincas apartadas. Mi chacra natal, sin vecinos en casi cinco kilómetros, se llamaba “La Belle Idée” (La bella Idea). Otra “La Esperanza”. Otra “La Folie Godot” (La Locura Godot). Así que me acabo de decidir.

¿El catastro registra mi terreno, junto con el vecino, como “Chez Rousset”, del apellido de un antiguo propietario del que ya nadie me sabe dar cuentas? En adelante será “La Zutterie”, aprovechando lo exótico y risueño de mi propio apellido. Exótico porque es originario de las Flandes belgas y si tiene algún significado es en idioma neerlandés. Risueño porque en francés “zut” es una forma de renegar, una suerte de “¡m…!” pero repetida tres veces, como en música: ¡Zut! (ter). Soy un tri-m…

Así que bienvenidos a La Zuttería. Les voy a presentar.

Tiene sus años pero no sé cuántos; aún no encontré huellas. Tradicional casa campesina de zonas de pastoreo en alturas (buron), con la planta baja ocupada por un establo y un cuarto de vivir alrededor de la chimenea, y la planta baja por un granero (depósito de heno y de herramientas) y un dormitorio, fue comprada en 1971 por un joven parisino que hace poco me la vendió porque se estaba deteriorando (¡miren en la foto de la izquierda, el día de la compra!) y él ya no estaba en condiciones de arreglarla.
La foto de la derecha, tomada esta semana, ofrece el contraste del techo. La paja fue reemplazada por largas tablas de acero. ¿Herejía? Hace pocos años ésa hubiese sido la reacción normal del vecindario y de los conservacionistas del Parque Natural. Pero ya no se consigue la paja de calidad y su costo de mantenimiento es muy alto. Hoy existen aquí varios techos de este tipo.

Pero, sobre todo, mi casa tiene características excepcionales, adentro tengo dos viviendas en una: la planta baja es al estilo de un departamento o casita urbana moderna; la planta alta es un “buron”. Esta evolución comenzó con el anterior propietario quien había transformado el establo en dormitorios, baño y retrete, con paredes de bloques de cemento, piso de baldosas…

¿El cuarto de vivir seguía a la antigua? Progresivamente opté por adecuarlo a mis propias necesidades de luz y de uso. Así que ahora la planta baja ya no se parece para nada a lo tradicional, salvo con su gran chimenea y las vigas y tablas de su techo, y tiene comodidades de hoy: luz solar, caño de agua y equipamiento, estufa de leña, cocina de gas... Pero la planta alta, remozada en su armazón, en su piso y en sus tabiques, todo de madera y casi totalmente abierta, revive ambientes de antaño. Aún no logro saber bien cómo la voy a vestir de sabores y de actividades.
Bueno, una casa pues. Confieso que nunca me había interesado mucho su arreglo y estilo. Porque no me enamoré de una construcción sino de un paraje de naturaleza y de las emociones de una vida campesina de largo arraigo y mucho ingenio, en medio de los cuales gozar los pocos momentos que me eran posibles. Ahora que se volvió mi residencia permanente el gusto es otro: ya no se trata solamente de cómo vivir en esta casa sino de cómo vivir esta casa.

Les Fayes, 21 de junio del 2011

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