miércoles, 25 de julio de 2012

19. De la veleta tragicómica a la carretilla mágica


Perturbado pero contento, así había retornado de Bolivia. Agotado, orillando el surmenaje, lo cual era normal luego de un ritmo demasiado intensivo para una edad sin piedad y un viaje de regreso con vueltas y yapa de días (tres en total). Y bastante perturbado: no es evidente recoger sus pasos allí donde hubo que escoger… y amputarse, como siempre. En Cochabamba había optado por mi casita francesa del cerro, hace dos años. En Cochabamba terminé esta estadía y saboreé… lo que entonces había dejado atrás. Volver ahora al “buron” no era meramente anecdótico.
Pero contento al fin. Contento con mi reencuentro en los Andes, con haber podido circular, y trabajar, y practicar mis artes de antaño. ¡Misión cumplida!
¿Misión cumplida? Estaba aún empapándome de los efluvios del cerro y de los ardores de las labores en curso cuando recibí un verdadero mazazo. “Faltan…” Faltaban muchas cosas en mi informe de “evaluación prospectiva” así que se me solicitaba más, y con urgencia.
Me derrumbé. Imposible volverme a meter a llenar casillas de “evaluador”, un ofocio que de hecho no es el mío. Imposible recobrar la visión y la claridad del “prospector”. Hice lo que pude, es decir poco, y preferí tirar la toalla, renunciar al contrato y al pago, por tanto a las tensiones y responsabilidades, por temor a quedar nuevamente con los sesos apagados por un año.
Estaba hundido en mi hoyo, perdida la confianza, tragando la angustia. Me eché sobre pico, pala y carretilla para saturarme con este otro cansancio que más bien regenera.
Una mañana, restablecidas las ondas telefónicas (que a menudo se pierden), recibí de Bolivia un mensaje atento a mis desventuras y que me libraba de los “complementos” sin negarme los emolumentos. Horas más tarde, una llamada del Cáucaso me anunciaba que algunas acciones empezaban en Armenia a dar cuerpo y vida a las palabras y delirios, que la estrategia inventada comenzaba a brindar frutos, que el optimismo podía retornar… y que mi reemplazo estaba aprobado. Pasé del fondo del hoyo a la cúspide de mi nube.
Hacer de veleta ascensional no es muy bueno para mi cabeza. ¡Pero qué rico y vigorizante cuando surge un viento cargado de esperanzas! Y siguió en la buena dirección, mi veleta: algunas horas más y me traía… la carretilla mágica.
Aprendizajes en la neblina
La carretilla mágica. Se dice que no hay que ser envidioso pero confieso que sí lo era. De mi vecino Jean-Baptiste y de su carretilla. Claro, tengo la mía. Hasta tengo dos. ¡Pero la suya! ¡Con motor y orugas! Para pasar por todas partes y sin cargar. Capaz de arrancar sin que uno sea experto. ¡He ahí que Jean-Baptiste proponía prestármela en su ausencia!
El miércoles hice mi aprendizaje apoyando a Bertrand e Isabelle, otros vecinos presentes en estos días. Ayer jueves me desvirgué a solas, juntando mis pilas de leña. ¡Estaba eufórico! Y ya no soy simplemente envidioso, ahora estoy malamente celoso: ¡eso es lo que necesito!
Mi sueño, en todo su esplendor
Pero tendré que hacer misiones internacionales para poder adquirirla… Esa es mi paradoja tan peculiar: mientras otros empujan su carretilla soñando con poder hacer grandes viajes, a mí me toca hacer grandes viajes para poder soñar con mi carretilla mágica…
Del original en francés del viernes 25 de mayo del 2012

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